Centro de Lectura y Redacción, Decanato de Educación General, Universidad del Turabo

Centro de Lectura y Redacción, Decanato de Educación General, Universidad del Turabo

martes, 12 de mayo de 2015

Programa de Escritura a Través del Currículo del Centro de Lectura y Redacción

Es siempre un placer y una gran satisfacción constatar el talento y la creatividad que tienen nuestros estudiantes. Ese fue uno de los resultados del Taller de Creación Literaria. Este taller se brindó en septiembre y octubre de 2013 como parte del ofrecimiento del Programa de Escritura a Través del Currículo del Centro de Lectura y Redacción. Hasta ese momento el programa había brindado, por espacio de cuatro años, talleres de formación profesional a profesores sobre temas relacionados con la escritura en las disciplinas, la lectura y el uso de la tecnología. Por algún tiempo habíamos deseado extender nuestros servicios para incluir talleres de escritura a estudiantes fuera del marco curricular.

El anuncio de que habría un taller de creación literaria tuvo una gran acogida entre el estudiantado. Hubo que establecer incluso una lista de espera puesto que las personas interesadas excedían el cupo máximo establecido. Los participantes brillaron por su entusiasmo y el intercambio colaborativo fomentó la creatividad de todos. Posteriormente, debido a la gran acogida del taller, decidimos convocar a los participantes a integrarse a un Club de Escritores. El Club de Escritores ha estado reuniéndose consistentemente en el Centro de Lectura y Redacción desde febrero de 2014. La profesora Dalia Stella González, el recurso del Taller de Creación Literaria, ha sido pieza fundamental para la creación y desarrollo del Club de Escritores. Hemos tenido la oportunidad de recibir la visita de varios escritores quienes han compartido su experiencia y sus textos con los integrantes del Club. Entre ellos se encuentran: Gean Carlo Villegas, Carlos Cruz Vázquez, Rubis Marilia Camacho y Antonio de Jesús Martell.  El 5 de marzo de 2015, el Club de Escritores auspició el primer Torneo de Cuento Corto Oral. Tuvimos un jurado de lujo integrado por José Muratti, presidente del Pen Club de Puerto Rico; Emilio del Carril, presidente de la Cofradía de Escritores; y la Dra. Luz Nereida Lebrón, investigadora y profesora de nuestra institución.

Los trabajos que se publican a continuación son el fruto tanto del Taller de Creación Literaria ofrecido por la profesora Dalia Stella González en 2013 como del Torneo de Cuento Corto Oral ofrecido en marzo de 2015.

Sylvia M. Casillas Olivieri
Directora del Centro de Lectura y Redacción
Decanato de Educación General

Universidad del Turabo

Las despedidas en noviembre por Kimberly Montalvo Calcaño, ganadora del primer lugar en el Torneo de Cuento Corto Oral

         Un otoño abrumador se acercaba. Lo sentía en el frío metálico de mi asiento. Todavía me sorprende cómo las cosas se enfrían más rápido de lo que se calientan. Veía sus lágrimas frisadas a simple vista, despidiéndose de un verde olivo oscuro y rígido, familiar a mis pasados. Con ojos fundidos, se dieron una promesa de permanecer. Al despegar el tren, ella se desvanecía bajo las luces íntimas que brincaban sobre su cara, las luces de los cuartos de los pasajeros. Me acerqué al espacio vacío que había dejado su imagen, parecía congelada en el reflejo de los cristales. Teníamos las mismas facciones derretidas. Manteniendo nuestros ojos pegados al vidrio ahumado, se nos añadía una arruga al pasar cada ventana sobre nuestros semblantes. Una, por cada estación vivida, mientras permanecimos esperando fantasmas.

La rebelión del infierno por Chayanne Mata Vega, ganador de una mención honorífica en el Torneo de Cuento Corto Oral

         Entre algas, peces y monstruos marinos se llevó a cabo la reunión de dos grandes rivales. Azazel se cubría el pellejo pálido con su viejo manto estampado de malicia. Por otra parte, Gabriel vestía orgulloso su delicado atuendo, ese que reflejaba el color  de las nubes. Aquel que bajó del cielo le dijo a quien provino de las entrañas de la Tierra: Te ayudaré. Asimismo, este se acercó al putrefacto oído del líder demoniaco y le pronunció tres palabras, acto con el cual finalizó tan peculiar reunión en el fondo del mar.
Azazel convocó a sus legiones en un lugar donde su amo no los iba a escuchar y las dividió en tres grupos. A cada uno le asignó una de las palabras que Gabriel le susurró al oído. Destruyan la tierra si es necesario pero las encuentran y me traen la totalidad de ellas, solo así lo lograremos les ordenó su comandante en jefe. Por otra parte, Lucifer se la pasaba persuadido por el olor del azufre, a tal punto que llegó a la adicción por el mismo, cosa que no le permitía percatarse de lo que sucedía.

Al cabo de un mes, la misión de las legiones estaba completada. Los grupos habían colocado su encargo en cada una de las tres cuevas más profundas que existían en el planeta. Ya Azazel estaba preparado para su gran traición. Pero antes de irse a buscar su perdón y reivindicación quiso dejarle un claro mensaje a su amo. Sobre la fuente de azufre que alimentaba el vicio de Lucifer dejó caer un pedazo de los tres objetos que Gabriel le sugirió. Con estos intentaría reivindicarse al cielo junto a sus legiones: oro, incienso y mirra.

Tal vez en otra vida por Ileanexcis Santini Soto, ganadora de una mención honorífica en el Torneo de Cuento Corto Oral

          Me levanto emocionada, feliz, renovada con ganas de darte cien besos mañaneros. Miro al lado de mi cama y no te encuentro, no puede ser, este no eres tú. Este es mi esposo de hace tres años. Pero, ¿y tú dónde estás? Me desespero, me lavo la cara, me tomo un café en el balcón y  voy aceptando  la idea de que no puedo despertar a tu lado. Mi esposo se levanta y trato de lucir enamorada. Preparo el desayuno para ambos, nos damos un beso apresurado y nos marchamos al trabajo.  En la noche, regreso a mi casa y vuelvo a la rutina. Mi pareja ve su serie favorita en la televisión y yo intento planificar la próxima terapia de mis pacientes. Mientras tanto, la incógnita de cuándo nos volveremos a ver impide concentrarme. Al llegar la noche, mi esposo intenta seducirme y,  para que no sospeche nada, me dejo llevar. Cierro los ojos, me acaloro, me entrego, te encuentro, te beso, me penetras  y me regalas los mejores trece segundos de mi vida. Al  culminar  abro los ojos y vuelvo y tropiezo con la realidad de que no eres tú. Me duermo decepcionada y en la mañana siguiente se vuelve a repetir la misma historia. Ya comienzo a resignarme. Un mes después, mi esposo y yo cumplimos cuatro años de matrimonio. También es la boda de mi primo y ambos decidimos celebrarlo allí. Me pongo un traje rojo ceñido que resalta mi tez blanca y largo cabello azabache. Empaco el regalo de mi marido y nos vamos a la recepción. Esta  noche es solo  para mi marido,  pienso en voz baja. Estoy decidida a recuperar la llama y entregarme a mi relación. De pronto,  en medio de muchas personas, te veo. Incrédula, cierro los ojos y los vuelvo abrir, mi corazón se acelera, mis manos comienzan a sudar. Tu mirada se ancla en la mía cada segundo más fuerte. Ambos, nos reconocemos en seguida. No puede ser,   me digo a mí misma, este es el hombre con el que sueño todas las noches y le soy infiel a mi esposo. Trato de reincorporarme. Le indico a mi marido que iré al baño. Dejas a tu esposa y te vas detrás de mí. Nos miramos nuevamente sin decirnos una sola palabra y agarras mi mano. De momento, tu esposa te alcanza y a mí solo me queda decir, tal vez en otra vida…

El traidor desaparecido por José Antonio Rosa Rosado, participante en el Torneo de Cuento Corto Oral

          Se dio cuenta que sangraba y se puso el disfraz, mientras se asomaba el amanecer. Cuando caminaba en la profundidad del bosque, sentía el sabor de la carne cruda estancada en sus muelas. Sentía que la sangre le quemaba los labios y la garganta. Entró a su casa de madera, agarró un cubo de agua y empezó a limpiar la asquerosidad en su boca. Se acostó en la cama y sintió que su cuerpo se hundía en un profundo sueño, como una piedra que se ahoga en el lago.
            Escuchó los gritos de sus presas, bebió su sangre, desgarró su carne y exclamó su libertad bajo la luna llena sin el uso de la máscara. El hombre buscaba al dios de la sociedad, a ese que nadie ve ni escucha, pero que siempre estaba allí. Sin embargo, la gente no sabía que la bestia no andaba con colmillos y garras en las noches, sino que se vestía y vivía como ellos.
            Cuando cayó la noche, unos golpes en la puerta lo despertaron de su sueño. Abrió la puerta y se encontró con unos sacerdotes. Estaban con furia en los ojos y la palabra de Dios en su lengua. Le interrogaron con sus miradas de cobra. El hombre, harto de decir mentiras, rompió su máscara revelando su verdad. Los sacerdotes se habían quedado congelados ante aquella mitad bestia y hombre, y fue lo último que vieron. Orgulloso de no decir más mentiras, lanzó su melodía al cielo oscuro.
              Un día, un amigo le preguntó quién había sido el desgraciado que inventó la historia del hombre lobo.

            --Fue alguien que quiso controlar nuestra vida, la sed de justicia, la sagrada historia y nuestra segunda identidad. Aún su linaje vive entre nosotros—respondió la bestia, pero enmascarada. 

7053 por Pedro Rafael Correa Henry, participante en el Torneo de Cuento Corto Oral

—¿Por qué no te paras?
—Entiendo que no tengo que pararme.
Sentí que mi tarde no podía ser peor. Esta tarde, mis piernas no toleraban la caminata a mi humilde vivienda. Salía de servirles a mis queridos Cliff y Ginny. Por ende, había decidido tomar un autobús para descansar mi frágil y agotado cuerpo.
Era el primer día de diciembre y otra vez había tenido la dicha de volverme a encontrar con Blake, el conductor de autobús inescrupuloso que me había dejado bajo un diluvio hacía doce años por no seguir unas injustas reglas que segregaban a unos de otros por su color.
¡Ah!, había caído en la boca del lobo, pero decidí pasar la incomodidad por alto y tomar el asiento asignado para mí en la parte trasera. Silenciosamente supliqué llegar sin inconvenientes a mi destino. Nos detuvimos en distintas paradas y más butacas se ocuparon. De momento, algunos blancos se quedaron de pie. Blake decidió cambiar el rótulo que indicaba nuestra área para reducirla.
—¿Por qué no son amables y ceden su espacio?—se dirigió a los pasajeros marginados.
—Cedan los asientos a ellos— clamó. 
Tres de cuatro decidieron seguir la orden; yo decidí cobijarme en la ventanilla y continuar con el viaje. De pronto, una pregunta se sembró en mis oídos y mi respuesta floreció. La flor no rindió frutos y llegué a ser confinada por la injusticia y la ignorancia.
Ay, Rosa, ¿en qué carajo te metiste? Dime, ¿qué vas a hacer?

Bueno, esperaré a que mi gesto trace el camino a la libertad mientras me retratan cargando estos números en mi falda. 

El secreto de la lluvia: Su historia por Alberto Báez Ávila, participante en el Torneo de Cuento Corto Oral

Lluvia se encontraba hablando con su novio Frío. Lluvia, testigo silente de  las vivencias en los seres humanos, narraba la historia de Ben Calvert, un joven de quince años quien se había suicidado por culpa de sus compañeros, y la historia de Zoe I., quien había sido asesinada por un desconocido.
Ben era un joven muy amable y sencillo, dos veces campeón de baloncesto, con un secreto celosamente compartido con sus padres: era homosexual.  El 5 de septiembre de 1997, en medio de la celebración de un torneo, decidió contarles.  Sus compañeros se burlaron, empezaron agredirle y lo dejaron solo. Pasaron semanas sin dirigirle la palabra. Una noche de tormenta, sumido en un profundo dolor, se cortó el  cuello, causándose la muerte. Lluvia comenzó a llorar desconsoladamente.  Frío se comenzó  a  preocupar. –Descuida,  la gente no es mala– Lluvia prosiguió.
Zoe I. era una exitosa mujer de 30 años, abogada de profesión. Perdió la vida el 8 de abril de 2003 en la ciudad de Texas.  La policía nunca encontró el culpable, pero toda la evidencia apuntaba a manos de su ex. Lluvia lo sabía. El cuerpo parcialmente desnudo  fue hallado a la orilla del río y en estado de  hipotermia. Nada se pudo hacer.

Había pasado mucho tiempo. –Hay mucha  maldad en este mundo. El desprecio de la sociedad nos está dañando lentamente. La gente no valora a los demás y, en  algunos casos, la indiferencia ante la vida les provoca la muerte. Yo he visto  muchas cosas malas así que te  pido un favor: quiero que me toques. –  Frío sorprendido  le dijo –Si te toco te mataré–  Ella le contestó –Lo sé. Ya estoy muerta…– Y acercándose hacia él, lo tocó y se congeló.