Centro de Lectura y Redacción, Decanato de Educación General, Universidad del Turabo

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martes, 12 de mayo de 2015

El hada sin alas por Karla Paola Quirós, participante en el Torneo de Cuento Corto Oral

          Había una vez un hada que nació de la más linda flor. Era hermosa con su pelo rojo como un tomate y sus ojos verdes como la naturaleza. Su estatura era como el meñique y su piel blanca como la porcelana. Esta hada, que se llamaba Amapola, era feliz con su hermosura y le encantaba bailar y nadar en los ríos, pero había un oscuro secreto y era que, siendo hada, no tenía alas y ella estaba en busca de ellas a toda costa. Paseaba por los jardines llenos de flores enormes y llenos de polen. 
         Amapola le preguntó a una abeja que estaba encima de una flor: ¿Señora abeja, ¿dónde puedo encontrar mis alas? La señora abeja le contestó: Solo sigue tu corazón y, cuando te encuentres a ti misma, nacerán de tu esperanza y amor por ti. Amapola después de la charla con la señora abeja pensó y pensó mucho en esas palabras porque, aunque Amapola era hermosa y brillante, no se lo creía. 
          Un día Amapola nadaba por el río lleno de hojas verdes y piedras azules y ahí fue cuando se dio cuenta que una rana del tamaño de una roca la estaba observando y fue entonces cuando la rana le dijo a Amapola: ¡Hola hada! ¿Qué haces vagando sola por estos ríos? Y Amapola le contestó: Estoy en busca de mis alas, ¿sabes dónde puedo conseguirlas? La rana muy observadora le dijo: Hermosa hada, tú eres excepcional y especial. Cree en ti y veras como tus alas nacerán de ti. Amapola se quedó pensando en lo que le había dicho la señora abeja y la rana. Empezó a mirar su reflejo en el río y vio que era hermosa y bella. 
        Poco a poco su autoestima subía como la marea y empezó a creer en sí misma y en todo lo que tenía a su favor y se dijo: Yo creo en las hadas.  Nuevamente volvió a gritar:  –Yo creo en las hadas. Volvió a gritar con todos sus pulmones: ¡Yo creo en las hadas y en mí! Tan pronto dijo esas hermosas palabras, Amapola empezó a sentir un cosquilleo de placer en la espalda y, cuando se dio la vuelta, ahí estaban sus hermosas alas de un color blanco transparente con un poco de escarcha dorada y violeta. Eran las alas más hermosas que Amapola había visto entre todas las hadas. Todo lo que hizo fue volar y volar con todo el amor y la esperanza del mundo.  

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