Centro de Lectura y Redacción, Decanato de Educación General, Universidad del Turabo

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martes, 12 de mayo de 2015

El traidor desaparecido por José Antonio Rosa Rosado, participante en el Torneo de Cuento Corto Oral

          Se dio cuenta que sangraba y se puso el disfraz, mientras se asomaba el amanecer. Cuando caminaba en la profundidad del bosque, sentía el sabor de la carne cruda estancada en sus muelas. Sentía que la sangre le quemaba los labios y la garganta. Entró a su casa de madera, agarró un cubo de agua y empezó a limpiar la asquerosidad en su boca. Se acostó en la cama y sintió que su cuerpo se hundía en un profundo sueño, como una piedra que se ahoga en el lago.
            Escuchó los gritos de sus presas, bebió su sangre, desgarró su carne y exclamó su libertad bajo la luna llena sin el uso de la máscara. El hombre buscaba al dios de la sociedad, a ese que nadie ve ni escucha, pero que siempre estaba allí. Sin embargo, la gente no sabía que la bestia no andaba con colmillos y garras en las noches, sino que se vestía y vivía como ellos.
            Cuando cayó la noche, unos golpes en la puerta lo despertaron de su sueño. Abrió la puerta y se encontró con unos sacerdotes. Estaban con furia en los ojos y la palabra de Dios en su lengua. Le interrogaron con sus miradas de cobra. El hombre, harto de decir mentiras, rompió su máscara revelando su verdad. Los sacerdotes se habían quedado congelados ante aquella mitad bestia y hombre, y fue lo último que vieron. Orgulloso de no decir más mentiras, lanzó su melodía al cielo oscuro.
              Un día, un amigo le preguntó quién había sido el desgraciado que inventó la historia del hombre lobo.

            --Fue alguien que quiso controlar nuestra vida, la sed de justicia, la sagrada historia y nuestra segunda identidad. Aún su linaje vive entre nosotros—respondió la bestia, pero enmascarada. 

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