Lluvia se encontraba hablando con su novio Frío. Lluvia,
testigo silente de las vivencias en los
seres humanos, narraba la historia de Ben Calvert, un joven de quince años
quien se había suicidado por culpa de sus compañeros, y la historia de Zoe I.,
quien había sido asesinada por un desconocido.
Ben era un joven muy amable y sencillo, dos veces campeón
de baloncesto, con un secreto celosamente compartido con sus padres: era
homosexual. El 5 de septiembre de 1997,
en medio de la celebración de un torneo, decidió contarles. Sus compañeros se burlaron, empezaron
agredirle y lo dejaron solo. Pasaron semanas sin dirigirle la palabra. Una
noche de tormenta, sumido en un profundo dolor, se cortó el cuello, causándose la muerte. Lluvia comenzó a
llorar desconsoladamente. Frío se
comenzó a preocupar. –Descuida, la gente no es mala– Lluvia prosiguió.
Zoe I. era una exitosa mujer de 30 años, abogada de
profesión. Perdió la vida el 8 de abril de 2003 en la ciudad de Texas. La policía nunca encontró el culpable, pero toda
la evidencia apuntaba a manos de su ex. Lluvia lo sabía. El cuerpo parcialmente
desnudo fue hallado a la orilla del río
y en estado de hipotermia. Nada se pudo hacer.
Había pasado mucho tiempo. –Hay mucha maldad en este mundo. El desprecio de la sociedad
nos está dañando lentamente. La gente no valora a los demás y, en algunos casos, la indiferencia ante la vida les
provoca la muerte. Yo he visto muchas
cosas malas así que te pido un favor:
quiero que me toques. – Frío sorprendido le dijo –Si te toco te mataré– Ella le contestó –Lo sé. Ya estoy muerta…– Y acercándose
hacia él, lo tocó y se congeló.
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