Centro de Lectura y Redacción, Decanato de Educación General, Universidad del Turabo

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jueves, 21 de noviembre de 2013

La broma por Pedro Rafael Correa Henry

Llego a mi hogar y le doy un beso de saludo a Margaret. Luego, me encierro en mi recámara y enciendo mi computadora para actualizarme en los quehaceres laborales. Todo marcha prósperamente. Accedo a mi cuenta de una red social para estar al tanto de la condición de mis familiares, amigos y las tendencias del día, cuando…
—¿Qué es esto?— me pregunto en voz alta.
He recibido una solicitud de amistad de una mujer llamada Emilia. La fotografía con su mirada penetrante, tez bronceada, cabello rizado y de aspecto saludable, figura voluptuosa y labios de color merlot me llama la atención. Entro a su perfil y me cautiva su manera de pensar, sus gustos musicales y su apreciación a las artes. Su aspecto físico e intelectual me ha convencido de añadirla y charlar con ella para ver quién es en realidad.
Acepta la solicitud y justo antes de comunicarme con ella a través de un mensaje privado, llega uno de Emilia que dice:

Emilia
¡Hola, Jesús! Sé que esto se puede percibir como algo extraño, pero desde que te vi en la parte de afuera del edificio que está enfrente de la cafetería en la que desayuno diariamente, tu apariencia ha llamado mi atención. Quiero conocerte mejor, ¿qué tal si salimos a una barra y hablamos por un rato?

Ella es muy insistente, aunque debo decir que me gusta mucho —pienso al leerlo.
            Comprendo que mis anhelos me guían a algo que no debo hacer, pero siento que mi vida se ha convertido en una rutina. Día tras día: voy al trabajo, aguanto las estupideces de los compañeros, cumplo con mis horas, regreso al hogar y recibo el saludo cotidiano de Margaret, me nutro de lo que ella me cocina, me ducho, termino todo lo que me traigo de la faena y me acuesto a dormir. Me encuentro en este cerco desde que hallé a la “mujer de mi vida” y pude conseguir el “trabajo de mis sueños”. Necesito aventurarme y conocer lo que es vivir de verdad.
Respondo al mensaje:

            Jesús
No me molestaría salir contigo para hablar un rato, te ves como una mujer intrigante y me fascinaría saber más de ti. ¿Qué te parece si vamos a un lugar un poco más íntimo, como un restaurante, y gastamos nuestro tiempo entre copas y entremeses la noche de hoy?

Veo que aparece en la pantalla: Emilia está escribiendo…
Acepta mi invitación. No le comento sobre la relación con Margaret. Ya estaba ansioso por conocer algo o alguien que estuviese fuera de mi rutina y ahora ha esa oportunidad. Tomaré una ducha, me arreglaré, me engalanaré con mi camisa de hilo favorita y pantalón de vestir negros y mi perfume. A punto de salir de mi casa,  Margaret me ve y me pregunta:
—¿Adónde vas tan arreglado, amor?
Giro un poco mi torso hacia ella y le digo que mi jefe necesita de mis destrezas para elaborar un proyecto y que considero apropiado llegar arreglado al establecimiento para dar una impresión de que mi labor es prioritaria. Ella no duda de mi palabra y salgo de la casa.
Al conducir al restaurante para este encuentro furtivo, pienso y me cuestiono esta duda única. ¿Cómo Emilia me pudo conseguir, si no tenemos amistades en común ni ella conoce mi nombre? Quizás fue pura coincidencia y la apariencia tosca en mi foto de perfil le atrajo. No dejaré que eso me arruine la noche de hoy. Necesito la aventura, necesito romper esto que lo he catalogado como vicio.
Al llegar al destino predilecto, me siento preparado para conocer y convocar una plática con esta dama exótica. Entro al restaurante, y Emilia no está.
Llegué a tiempo, espero que no se tarde mucho —me digo a mí mismo mientras tomo asiento y el anfitrión me atiende.

****

Espero. En realidad un par de minutos,  par que se convierten en horas.

****

Muchos llegan al restaurante; Emilia jamás aparece. Me siento decepcionado, mis expectativas han sido muy elevadas y he tenido que mentir a una mujer dedicada para escaparme a lo que ha podido ser una aventura.
Pago mi cuenta y abro la puerta para salir al estacionamiento.  Frente a mí alguien muy familiar pregunta:
—¿Esperabas a Emilia?
© Todos los derechos reservados. Queda prohibido copiar, reproducir, volver a publicar, descargar, enviar, transmitir o distribuir este texto en cualquier forma sin la autorización previa de su autor. Para contactar al escritor, puede comunicarse con Sylvia M. Casillas Olivieri, Centro de Lectura y Redacción, scasillas2@suagm.edu, Universidad del Turabo, Gurabo, Puerto Rico.

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